OTRO MUNDO ES POSIBLE (Y URGENTE)

miércoles, 7 de mayo de 2014

Vientos del Sur: Ahí viene la Dignidad Rebelde

Publicado el 28 de abril de 2014 en Revista Hashtag
http://www.revistahashtag.net/opinion/item/630-vientos-del-sur-ahi-viene-la-dignidad-rebelde

Vientos del Sur: Ahí viene la Dignidad Rebelde

México vive actualmente un proceso de neocolonización marcado por el despojo y la represión. Al tiempo que el pueblo mexicano es despojado aceleradamente de sus tierras, recursos y derechos; lo que queda del Estado mexicano se va tornando más autoritario y represivo. Este proceso neocolonial es impulsado por corporaciones trasnacionales que encontraron en las burguesías locales en el poder a su mejor aliado. Ejemplos sobran para explicar este proceso: la reforma energética, la reforma laboral, el auge de los negocios extractivistas, la “guerra contra el narcotráfico”, la criminalización de la protesta social y un largo etcétera[1].
Mientras tanto, una gran parte de las organizaciones y miembros de la sociedad civil hemos perdido la brújula. Sin proyecto alternativo ni programa de lucha, nos hemos enfocado a reaccionar ante las diferentes coyunturas. Miramos el árbol que se seca, pero no nos damos cuenta que el bosque se está incendiando. No es para menos: cuando pensábamos que estábamos mal, vino lo peor (y al parecer aún falta lo más grave).
En este contexto, son los pueblos originarios los que dan la batalla más emblemática en defensa del territorio y de sus derechos. Siguiendo su ejemplo, otros actores han ido extendiendo la resistencia contra el despojo por diferentes puntos del país. Sin embargo, pocas son las iniciativas que cuentan con una madurez programática y democrática como las de los pueblos indios organizados. Ahí están resistiendo y construyendo alternativas en lo que hoy conocemos todavía como Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Sonora, Nayarit, Puebla, Chihuahua, Baja California, Chiapas y más.
En el próximo mes de junio, algunos de estos pueblos se reunirán en territorio del EZLN. Así se anunció en un comunicado firmado por el Subcomandante Insurgente Moisés, quien también informó que se llevará a cabo un homenaje al recientemente fallecido Don Luis Villoro. En el marco de estas reuniones, las organizaciones de los pueblos indios que asistan darán a conocer una “declaración para lo que sigue en la lucha de resistencia contra el despojo”, al mismo tiempo que el EZLN lanzará una “propuesta de iniciativa para toda la Sexta nacional e internacional”.
Las acciones que se anunciarán son la continuación de un proceso que los zapatistas desataron desde el 21 de diciembre de 2012, fecha en la que miles de bases de apoyo salieron a marchar en silencio. Al año siguiente, comenzaron a mostrar al mundo lo avanzado de su proyecto a través de la escuelita.
El anuncio del SCI Moisés ha despertado gran expectativa entre las nuevas redes y colectivos que se han ido conformando durante la escuelita, pero también entre los que siempre estamos a la espera de la palabra de los compas. No es en vano, si alguien tiene experiencia en procesos organizativos que vayan más allá de la coyuntura son precisamente las y los zapatistas. Para muestra, revisemos algunas de las convocatorias lanzadas por ellos y ellas.
Unos días después del estallido de la guerra en Chiapas, el 12 de enero de 1994, una multitudinaria marcha en la Ciudad de México obligó a Carlos Salinas de Gortari a decretar el cese al fuego contra el EZ. Años más tarde, en el 2000, en una carta que el SCI Marcos envió a Pablo González Casanova, escribió lo siguiente:
Entonces, en aquel enero de sangre y pólvora, nosotros tuvimos que decidir cómo debíamos "leer" esa gran movilización. Pudimos haberla "leído" como una manifestación en apoyo a nuestra guerra, como un aval al camino de lucha armada que habíamos elegido; o pudimos haberla leído como una movilización que apoyaba no nuestro método (la guerra), pero sí nuestras demandas, y que se manifestaba contra la represión gubernamental.
Nosotros estábamos aislados, replegándonos a las montañas, cargando a nuestros muertos y heridos, preparando el combate siguiente. Así, lejos, muy lejos, y en esas condiciones, tuvimos que escoger. Y escogimos "leer" que esa gente que salió a las calles estaba contra la injusticia, contra el autoritarismo, contra el racismo, contra la guerra, que estaba por el diálogo, por la paz, por la justicia, por la solución pacífica de nuestras demandas. Eso leímos y eso marcó nuestro andar posterior[2] .
Desde aquel entonces los zapatistas dieron las primeras señales de lo que en adelante sería un rasgo distintivo de su nueva estrategia: la alianza permanente con la sociedad civil.
Con el lanzamiento de la 2da Declaración de la Selva Lacandona, la alianza fue más evidente. En aquel entonces, los neozapatistas convocaron a un Diálogo Nacional por la Libertad, la Democracia y la Justicia que permitiera realizar los cambios profundos que la Nación requería. Insistían en la necesidad de un nuevo sistema político y llamaban a una Convención Nacional Democrática (CND) que se encargaría de establecer un gobierno provisional o de transición, una especie de constituyente del que emanaría una nueva Constitución.
En agosto de 1994 se realizó la primera sesión de la CND. Para dicho encuentro los zapatistas construyeron, en la comunidad de Guadalupe Tepeyac, Chis., un foro en forma de “barco” al que denominaron Aguascalientes. Al evento acudieron más de 7000 representantes de distintas organizaciones y cientos de observadores internacionales. Dicho encuentro se convirtió en uno de los grandes esfuerzos históricos por articular a las izquierdas.
El 1 de enero de 1995, ya con Zedillo como presidente y en plena crisis económica, el EZ lanzó la 3ra Declaración de la Selva Lacandona. Ahí convocaron a los integrantes de la Convención Nacional Democrática y a otros actores a conformar el Movimiento de Liberación Nacional (MLN).
Con motivo del cierre de la Consulta Nacional por la Paz y la Democracia (Julio de 1995), el EZ anunció “una nueva etapa en el diálogo nacional” entre la sociedad. Propusieron a sus simpatizantes formar “Comités Civiles de Diálogo” con el objetivo de “desembocar en la Mesa Civil del Diálogo Nacional”. Los temas serían el “proyecto de Nación”, el “proyecto del Frente Nacional Opositor”, las “nuevas relaciones políticas entre organizaciones, gobierno y ciudadanos y una nueva relación de la Nación con los indígenas” y la “creación de una nueva fuerza política independiente con base en el EZLN”.
El 1 de enero de 1996, el EZLN lanzó la 4ta Declaración de la Selva Lacandona. A las exigencias de  techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, justicia, libertad y paz agregaron las de comunicación e información. Proponían la conformación del Foro Nacional Indígena, resultado de las alianzas tejidas con otros pueblos originarios durante el proceso de diálogo. También anunciaron la formación de una nueva fuerza política nacional: el Frente Zapatista de Liberación Nacional, “organización civil y pacífica, independiente y democrática, mexicana y nacional, que lucha por la democracia, la libertad y la justicia en México”. Al mismo tiempo lanzaron la 1a Declaración de la Realidad: Contra el Neoliberalismo y por la Humanidad, en la que convocaron al Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo.
La 5ta Declaración de la Selva Lacandona vino en julio de 1998. En ella convocaron a la realización de la Consulta Nacional sobre la iniciativa de Ley Indígena que había elaborado la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa). La Consulta fue organizada principalmente por el Congreso Nacional Indígena y organizaciones civiles solidarias.
Con la salida del PRI y la llegada de Vicente Fox a la Presidencia, los zapatistas lanzaron una nueva iniciativa. En esta ocasión, convocaron al Congreso Nacional Indígena (CNI) y a la sociedad civil a una gran movilización al Congreso de la Unión para “exigir reconocimiento constitucional de los derechos y cultura indígena, de acuerdo con la iniciativa de la Cocopa”. La movilización fue encabezada por 27 integrantes del EZLN, representantes de las etnias tzotzil, tzeltal, tojolabal, chol, zoque y mame. El objetivo era ocupar la máxima tribuna del Congreso para hablarle a los legisladores y argumentar a favor de la “Ley Cocopa”.
La Marcha del color de la Tierra desató pasiones y debates. La movilización duró 37 días, se recorrieron 6 mil kilómetros y se realizaron 77 actos públicos en 12 estados del país. El 11 de marzo, cuando el contingente llegó a la Ciudad de México, miles de personas inundaron las calles. En la opinión pública, intelectuales y políticos de todas las ideologías discutían sobre si la delegación zapatista tenía derecho a usar o no la máxima tribuna de San Lázaro. Memorable y representativa de la opinión conservadora fue la posición del dirigente de la bancada panista Diego Fernández de Ceballos, quien calificando de “indios calzonudos” a los zapatistas, se negaba a que ocuparan la máxima tribuna en el Congreso.
 Luego de numerosos debates y gracias a la presión generada por la sociedad civil, los zapatistas pudieron dirigir sus mensajes a los legisladores el 28 de marzo. No iban solos, estaban acompañados de representantes de los pueblos indígenas, integrantes del CNI e invitados internacionales. En las afueras de San Lázaro, decenas de miles acudieron a manifestar su solidaridad.
En 2001, la clase política de México puso un eslabón más en la cadena de desprecio contra los pueblos indígenas. En aquel año aprobó una contrarreforma que violaba la mayor parte de los acuerdos de San Andrés Sacamchem de los Pobres. Consolidada la traición, en agosto 2003 el EZLN se dio a la tarea de ejercer su autonomía de facto, por medio de la creación de las Juntas de Buen Gobierno y de los Caracoles Zapatistas.
La 6ta Declaración de la Selva Lacandona, lanzada en 2005, presentó el camino recorrido por el EZLN, pero también ofreció una lectura de la situación nacional y mundial. La Sexta no sólo se integró por un  balance, sino que vino acompañada de una propuesta organizativa encaminada a generar “un acuerdo con personas y organizaciones mero de izquierda” para construir un programa de lucha anticapitalista y antineoliberal. Si bien el zapatismo ya había marcado una diferencia abismal con los partidos políticos luego de la traición de 2001, con la Sexta y La Otra Campaña se hizo evidente que la ruta de acción implicaba luchar contra toda la clase política sin distinción. En 2006 el proceso organizativo y de construcción del programa, que implicaba un recorrido nacional, fue interrumpido por  la brutal represión contra el pueblo de Atenco.
Las reuniones e iniciativas organizativas que ha lanzado el EZLN a los pueblos indios y la sociedad civil a lo largo de 20 años de resistencia pública son múltiples y con diferentes objetivos. Cada una de ellas ha tenido un gran impacto en la vida política nacional e internacional. Por otra parte, dichas iniciativas han globalizado la esperanza y la rebeldía, siendo el mejor ejemplo de ello las redes de solidaridad que se han construido con intelectuales y organizaciones indígenas y no indígenas de todo el mundo.  
El andar del EZ, su experiencia milenaria y la alternativa que han construido les ha dotado de una visión profunda sobre lo que acontece en el país. De igual forma, su carácter anticapitalista y sus variadas relaciones con intelectuales, activistas y otras organizaciones les permite tener un mapeo completo del estado actual del despojo y de las resistencias. Estemos atentos a lo que nos propongan el próximo mes de junio. Vayamos con el corazón abierto y con la disposición para seguir caminando. Se aproxima un nuevo tiempo para la Dignidad Rebelde.

[1] En un trabajo anterior con Anaid Campos Nájera desarrollamos este argumento. Ver:  La Unidad Popular frente a la recolonización de México
[2] SCI Marcos. (2000) “Saludo a Pablo González Casanova: por la liberación de todos los universitarios presos” [en línea]. Chiapas, febrero. Tomado del sitio electrónico Cartas y Comunicados del EZLN. Disponible en  http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/ [Consulta: 19 de marzo de 2013].

México: la batalla por la Memoria y la Dignidad.

Publicado el 26 de marzo de 2014 en Revista Hashtag
http://www.revistahashtag.net/blogger/item/580-mexico-la-batalla-por-la-memoria-y-la-dignidad

México: la batalla por la Memoria y la Dignidad.

A la memoria de Nepomuceno Moreno

Tenía 11 años cuando tuve mi primer contacto con la muerte. Mi abuelo paterno, Casimiro, murió víctima de múltiples enfermedades.
Mi abuelo había pasado los últimos años de su vida entre hospitales, conectado siempre a un respirador artificial a consecuencia del asma. Su muerte afectó emocionalmente a la familia, pero significó también un descanso para todos en todos los sentidos.
Luego de los trámites burocráticos y de inventar las formas más inverosímiles para conseguir dinero, la familia logró comprar un féretro y obtener un lugar en el panteón. Recuerdo que un par de tías y mi madre limpiaron el cuerpo del abuelo y lo vistieron con las mejores ropas que tenía guardadas en su enorme ropero.
Vecinos y familiares acudieron a la casa a despedir a Casimiro, y durante nueve días se entonaron rezos para que “llegara con bien a su destino y le permitieran la entrada al cielo”. Esta costumbre católica es conocida como “novenario”. Desde entonces asocie a la muerte con una especie de ritual de despedida, pero también de memoria y trascendencia, pues durante esos nueve días muchos conocidos contaron historias alegres, cómicas y hasta heroicas de mi abuelo a lo largo de su vida. Durante esos días fue cuando más pude conocer de él.
Cada aniversario luctuoso, el día de muertos o la fecha en que el abuelo cumpliría años, la familia se organizaba para ir a su tumba. Comprábamos flores y aprovechábamos para limpiar ese lugar en el que “descansaban” los restos de Casimiro. De cierta forma lo manteníamos entre nosotros, con la memoria le dábamos vida.
Durante varios años mi percepción de la muerte, de los rituales de despedida y de la forma de preservar la memoria se fueron modificando. Recuerdo la ocasión en que un par de amigas me invitaron a un bar a tomarnos unas cervezas y despedir a su madre que había fallecido unos días antes. Para mi sorpresa, las cenizas de la madre ocuparon el centro de la mesa y cada ronda brindamos con ella.
A finales de 2010 comencé a participar de organizaciones que cuestionaban la política de “seguridad” de Felipe Calderón, también conocida de manera no eufemística como guerra. Salíamos a las calles con mantas en las que poníamos el número de muertos, que para entonces ya rondaba los 40 mil. Al año siguiente me sume a las caravanas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, ahí pude entender que esos “40 mil muertos” en realidad eran Joaquín, María, Pedro, Lucia, Roberto, Ana, José, Blanca, Ernesto, Carmen… ellos y ellas eran padres, madres, hijos, hijas, esposos, esposas, hermanos, hermanas, personas con nombres, apellidos e historias que no podíamos reducir a números.
Escuche historias terribles y conocí también las formas más cruentas de la muerte: desapariciones, torturas, violaciones, ejecuciones masivas y fosas clandestinas con cientos de cuerpos, a veces enteros, a veces en pedazos; historias en las que los cuerpos eran disueltos en acido o incinerados. Todas esas experiencias y más conformaban el repertorio de la barbarie nacional.
Los relatos eran contados por familiares y/o sobrevivientes del genocidio mexicano. Cuando se escuchan estos relatos en la televisión o se leen en los periódicos, uno no es plenamente consciente de lo que sucede. Cuando se escucha hablar a las víctimas es totalmente distinto: la piel se pone chinita, las lágrimas son incontrolables y un golpe de realidad te arrastra a lo más profundo.
En todas las historias contadas siempre había un grado de responsabilidad y complicidad de los distintos niveles de gobierno. Denuncias no atendidas, corrupción, omisión o acción directa por parte de policías y funcionarios llevaron a que muchas personas murieran. El fenómeno no ha cambiado, peor aún, se agrava.
Esas historias me hicieron descubrir que un ser humano podía ser asesinado de distintas formas. Una de ellas es cuando te despojan de toda dignidad y condición humana. Lo hicieron los españoles con los indígenas de América al decir que no tenían alma. Lo hicieron también los nazis con los judíos al reducirlos a “cucarachas”. En nuestro país lo hace el gobierno y una parte de la sociedad al decir que si alguien es asesinado es “porque en algo malo andaba”, pero lo hace también el sistema al despojarnos del mínimo indispensable para el desarrollo de una vida digna y volvernos “eliminables”.
Otra forma de asesinar es matando la memoria. Aquí eres reducido a un número, a un expediente, a una carpeta más de las miles que abundan en los ministerios públicos. Ante la familia y la sociedad se presenta a la víctima como alguien que tal vez merecía morir o como “daño colateral” al que se niega acceso a la verdad y la justicia; su nombre, su historia y las causas no le importan al Estado.
En estas fechas se cumplen tres años de que miles de personas se organizaron en el MPJD y salieron a las calles a mostrarnos una dolorosa realidad. Ese movimiento no debería existir, porque tampoco debería existir esta guerra.
A pesar de los aciertos y desaciertos del MPJD, esa organización, como otras que hay en el país, son una expresión de la conciencia moral de la sociedad mexicana; una conciencia que insiste en hacernos ver la ausencia de verdad, memoria, justicia, paz y dignidad. Mientras exista la guerra, los movimientos de víctimas serán necesarios, y en cierta forma son un reflejo de que ante todas las adversidades, es necesario seguir luchando. 
A siete años del inicio de la guerra de Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto continúa con ella. Como sociedad seguimos obligados a luchar por Paz, Justicia y Dignidad desde cualquier trinchera. Lo que no podemos es acostumbrarnos a ese fétido olor a muerte que nos rodea, de lo contrario nosotros mismos estaremos renunciando a nuestra condición humana.

La guerra en México: Una política de Estado

Publicado el 4 de marzo de 2014 en Revista Hashtag
http://www.revistahashtag.net/opinion/item/553-la-guerra-en-mexico-una-politica-de-estado

La guerra en México: Una política de Estado

El fenómeno de la guerra y las víctimas en México ha dejado de ser noticia. Los “líderes de opinión” ya no lo consideran “tema de coyuntura”. Durante 2012, los medios de comunicación –salvo algunas excepciones- nos inundaron con propaganda electoral y, como antes de 2011, guardaron silencio sobre la violencia.
Algunas pinceladas sobre este tema se hicieron presentes a principios de 2013 con el surgimiento de “autodefensas” en varios estados de la República. Sin embargo no se profundizó sobre las causas estructurales de la violencia. El debate se limitó a discernir si estos grupos eran legítimos o no.
Pero que la guerra no aparezca en las primeras planas de los periódicos o en los principales noticiarios, no significa que ha cesado. Mucho menos que ha bajado su intensidad. El número de víctimas sigue en aumento: 21 mil crímenes dolosos de diciembre de 2012 a enero de 2014, reportó el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Las desapariciones forzadas están a la orden del día. A diario escuchamos sobre nuevos casos de feminicidios. Los migrantes siguen siendo secuestrados y asesinados en su tránsito por México en búsqueda de un sueño que se convierte en pesadilla. Las agresiones contra reporteros, defensores de derechos humanos y activistas sociales que denuncian la complicidad entre crimen organizado y órganos de gobierno, continúan.
Al respecto, algunos intelectuales y periodistas han llegado a la conclusión de que lo que existe en México es un Estado fallido. Argumentan que el Estado en México ha fallado en garantizar seguridad. Una lectura hobbsiana y contractualista se esconde detrás de este argumento: el Leviatán, ese mal necesario encargado de controlar al lobo que habita en los seres humanos, ha dejado de funcionar. El contrato social, en el que los seres humanos cedieron libertades para garantizar la propia vida, estaría roto.
Vale preguntarnos si realmente el Estado ha fallado o si la guerra misma ha sido adoptada como una política de Estado para continuar con el despojo de territorios y facilitar la concentración de capital en pocas manos. Veamos  algunas experiencias para luego retomar esta pregunta.
Durante 2011 tuve la oportunidad de recorrer varios estados del país en las caravanas que organizó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. En aquellos viajes converse con víctimas e integrantes de organizaciones sociales. Conocí la muerte en su forma más atroz, en esa modalidad en que también la memoria es asesinada. Aquellas pláticas me hicieron entender que la palabra muerte ha dejado de tener el significado que tradicionalmente se le asigna.
La mayor parte de las personas con las que platique denunciaban la complicidad de policías y gobiernos locales y federal con el crimen organizado. En algunos casos señalaban que presidentes municipales, diputados e integrantes de partidos políticos tenían vínculos directos con grupos delictivos.
Uno de los casos que pude conocer de cerca fue el de Melchor Flores Hernández, un joven de 26 años que trabajaba como estatua humana. El “Vaquero galáctico”, personaje que representaba Melchor, fue detenido por policías de Monterrey, quienes luego lo entregaron a un grupo mafioso. Desde entonces no se sabe nada de él.
El caso de Melchor no es el único, existen cientos más con características parecidas. Gracias a las investigaciones de los propios familiares de personas desaparecidas, se ha documentado que algunas de las víctimas fueron explotadas en negocios del crimen organizado: cultivos, tráfico, seguridad, prostitución, etc. Incluso se ha llegado a evidenciar la desaparición selectiva de personas con determinadas profesiones: albañiles y arquitectos estarían siendo “levantados” para construir residencias y casas de seguridad de los cárteles; especialistas en comunicación para construir sistemas de comunicación no rastreables.
Durante 2013 el caso del municipio de Aquila, Michoacán, cobró gran relevancia. Había surgido ahí una organización de autodefensa comunitaria. Dicha organización denunciaba una red de complicidad entre la Minera Ternium, las autoridades locales y  los Caballeros Templarios. Cuando la Policía Federal y el Ejército acudieron a la zona, detuvieron a 45 de los pobladores que se habían coordinado. Por el contrario, de Ternium y de los Caballeros Templarios, no se investigó nada. Tanto la minera como el cártel siguieron operando a sus anchas. Nuevamente, el fenómeno tampoco se reduce al caso de Aquila, también en Guerrero y otras partes de Michoacán se han documentado complicidades de negocios –que implican despojo territorial-, crimen organizado y gobiernos de todos los niveles.
Ahora bien, es sabido que alrededor del mundo, el crimen organizado ha adoptado las dinámicas empresariales actuales. El dinero que se obtiene de negocios ilícitos además de llegar a tener gran influencia en las economías nacionales, circula en bancos de todo el mundo y se extiende a toda clase de inversiones. Cabe resaltar que para los grupos criminales una de las tranformaciones fundamentales ha sido su globalización.
Negocios considerados lícitos también se benefician de la guerra. Nos referimos a las empresas armamentistas, que durante siglos se han enriquecido a través de conflictos armados. Basta recordar que los Estados Unidos de América (EUA) consolidaron su hegemonía mundial precisamente con el negocio de la guerra: las empresas norteamericanas vendieron muchas de las armas utilizadas durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. Hoy son también empresas armamentistas norteamericanas las que surten armas, sin distinción, a criminales y gobierno en México.
En La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, Naomy Klein hace una excelente descripción de cómo los grupos en el poder fabrican o utilizan “estados de shock” para implementar importantes reformas económicas o sociales para eventualmente fortalecer las dinámicas del libre mercado. En nuestro país sucede así: todavía nos encontramos en el shock de la guerra cuando la clase política ha impuesto las llamadas “reformas estructurales”: la reforma educativa, la reforma energética y la reforma hacendaria.
El Estado mexicano ha utilizado la guerra para seguir beneficiando a las clases dominantes; concentrando las riquezas en unas cuantas manos y de paso, so pretexto de la seguridad, cooptar y criminalizar el descontento social organizado. Regresando a la pregunta planteada párrafos atrás, pienso que la guerra en México está siendo utilizada por el Estado como un medio y como un fin; como medio para generar “shock” e implementar las reformas estructurales y como fin para facilitar más la concentración de capital. A final de cuentas los de arriba son los que siguen dictando las reglas y los únicos que salen ganando.
Hay que decirlo claro y sin eufemismos: en México hay una guerra con la que el Estado, el crimen organizado y las corporaciones se siguen enriqueciendo. En esta guerra el único que sale perdiendo es el pueblo. Por eso es necesario volver a mirarla y denunciar a los responsables. También es vital seguir exigiendo justicia para las víctimas. Parar la guerra en México es tarea de todos. Nos jugamos mucho en ello.

¿El fin de las ideologías?

Publicado el 2 de febrero de 2014 en Revista Hashtag
http://www.revistahashtag.net/opinion/item/487-%C2%BFel-fin-de-las-ideolog%C3%ADas

¿El fin de las ideologías?

El concepto de ideología es polisémico. El historiador inglés Terry Eagleton identificó en su libro Ideología. Una introducción al menos 21 significados para dicho concepto, algunos de ellos complementarios o coexistentes; otros totalmente opuestos y algunos más hasta peyorativos.
El significado que utilizamos en este texto es el que Karl Marx aportó en el prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859). Ahí Marx escribió que los seres humanos establecen determinadas relaciones de producción “necesarias e independientes a su voluntad” que van de acuerdo a la “fase de desarrollo” en la que se encuentran. Dichas relaciones conforman la “estructura económica de la sociedad”, estructura sobre la cual se levanta una “superestructura jurídica y política”. Marx concluyó dicha reflexión señalando que “no es la conciencia del hombre lo que determina su ser, por el contrario, es el ser social lo que determina su conciencia”. Esa superestructura a la que Marx se refirió es el conjunto de ideas políticas, religiosas, jurídicas, filosóficas, artísticas, etc., que se construyen sobre la base de las relaciones económicas. A esto es a lo que llamamos ideología.
En nuestros días, los intelectuales afines al capitalismo neoliberal reproducen una ideología en la que Milton Friedman y Friedrich August von Hayek son considerados precursores. Con ella buscan legitimar y reproducir un orden social basado en la explotación, la dominación, el despojo y la deshumanización, con un papel predominante del mercado y la reducción del Estado bajo el argumento de la competencia y la eficiencia económica.
Esta ideología neoliberal ha tenido importantes repercusiones en la sociedad mexicana, al grado que sectores progresistas o de izquierda llegan a reproducir este discurso sin estar conscientes de ello, en algunos casos incluso negando que exista una ideología detrás de sus argumentos. Analicemos a continuación algunos ejemplos que evidencian esta  penetración de la ideología neoliberal.
Es común que en debates y diálogos políticos, sobre todo en los que participan generaciones que nacieron después de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, las personas y grupos que muestran abiertamente una ideología marxista son tachados de “anacrónicos”. Conceptos como lucha de clases, proletariado y hasta revolución son considerados exagerados e insostenibles en el contexto actual. Este fenómeno se debe al éxito del discurso dominante, el cual busca eliminar de la faz de la tierra toda huella del socialismo.
Otro fenómeno recurrente que evidencia el éxito del discurso neoliberal es el uso constante del concepto ideología en su forma negativa y peyorativa, de forma tal que algunas personas deciden definirse como “sin ideología”, lo anterior sin saber que así reproducen el discurso del “fin de las ideologías” que Francis Fukuyama uso para legitimar el triunfo del capitalismo neoliberal en la “guerra fría” y la consecuente expansión de la tecnocracia. En realidad, el discurso de la “no-ideología” reproduce la ideología dominante, la de la eficiencia económica, la de la sociedad de consumo, la de la maximización de utilidad a costa de la vida misma, la del individualismo hedonista…   
En mi opinión, el avance más significativo de la ideología neoliberal es el que se relaciona con los temas del poder y la política. Frases como “el poder corrompe” y “la política no sirve” han sido ampliamente difundidas, lo que ha generado que algunos sectores sociales se mantengan alejados de la arena política y de la construcción y disputa por el poder. Desde luego no incluimos en este apartado el ideario anarquista, que tiene interesantes y debatibles posiciones respecto a estos temas, incluyendo el del Estado. Nos enfocamos sobre todo a ese discurso difundido por los aparatos de reproducción ideológica del capitalismo con los que buscan desactivar la participación política de la sociedad, impedir la construcción de poder popular y minimizar el papel del Estado, pues se considera que la autorregulación del mercado supera el principio de equidad que debiera garantizar el primero.
Vale una observación: para que una mentira sea creíble, debe contener o partir de una verdad. De esta forma, nadie puede negar que la crisis de legitimidad y corrupción de la mayor parte de clase política sean insumos para fomentar estos discursos. Sin embargo, a menudo los ideólogos del poder cuentan “historias incompletas” o hacen “interpretaciones tendenciosas” para alcanzar sus objetivos. Así sucedió con el fracaso del “socialismo realmente existente”, con el que quisieron desprestigiar al socialismo en general, limitando la teoría y práctica marxista a ese suceso en particular.
Ejemplos sobran para abundar sobre el éxito de la ideología neoliberal: el auge y expansión de las asociaciones civiles y las organizaciones no gubernamentales con financiamientos del sector privado, la creencia en un capitalismo verde, filantrocapitalismo o capitalismo humano; el hecho que muchos de los problemas cruciales se conciban como individuales o culturales y no en su forma estructural, así como la nueva tendencia académica de acercarse a los problemas y movimientos sociales desde perspectivas tecnócratas y positivistas, la sustitución –en el discurso- de “derechos sociales” por “oportunidades”, la idea de empoderar a los sujetos en lugar de construir poder popular, o creer que porque un servicio es privado será más eficiente.
Afortunadamente, en distintos rincones del mundo aún existen grupos que se proponen dar la batalla ideológica. Estos grupos han sido renovados en los últimos años con los vientos que desde el sur-sur alimentan las alternativas. Poco a poco volvemos a llamar a las cosas por su nombre y vamos dejando de lado el culturalismo y posmodernismo. Al vigente ideario socialista se agregan nuevas interpretaciones locales. La pluralidad de los procesos encaminados a la construcción de un mundo mejor es un rasgo distintivo de esta etapa. No hay una idea única de cómo o hacía donde ir. Se habla de socialismo del siglo XXI, de socialismo desde abajo, del buen vivir, de comunalidad, de autonomías, pero en todos los casos también se habla de explotación, de despojo, de capitalismo y de ideologías.     
En adelante no olvidemos que también existe la batalla de las ideas, y que será ahí –como alertó Fidel Castro tiempo atrás- donde se librará la gran batalla.

EZLN: Una mirada a su historia

Publicado en tres partes en Agencia Autónoma de Comunicación Subversiones. La traducción al inglés se puede encontrar en Upside Down World.

EZLN: Una mirada a su historia


la condición humana tiene una porfiada tendencia a la mala conducta. Donde menos se espera, salta la rebelión y ocurre la dignidad. En las montañas de Chiapas, por ejemplo. Largo tiempo callaron los indígenas mayas. La cultura maya es una cultura de la paciencia, que sabe esperar. Ahora, ¿cuánta gente habla por esas bocas? Los zapatistas están en Chiapas, pero están en todas partes. Son pocos, pero tienen muchos embajadores espontáneos. Como nadie nombra a esos embajadores, nadie puede destituirlos. Como nadie les paga, nadie puede contarlos. Ni comprarlos. El desafío [2]  . Eduardo Galeano

El 17 de noviembre del 2013 se cumplieron 30 años de la formación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y el 1 de enero del 2014 se celebrarán 20 años de su aparición pública. Como una forma de homenaje a los hombres y mujeres que hicieron que el grito de YA BASTA retumbara por todo el mundo, hoy iniciamos una serie de entregas que pretenden ser una breve revisión histórica de los actores que se entrelazaron para dar origen al EZLN. Para hacerlo se ha recurrido a diversas fuentes, pero sobre todo a los escritos, entrevistas y comunicados que los propios neozapatistas han generado. El texto se divide en tres apartados: I. El núcleo guerrillero, II. La resistencia milenaria y III. La opción por los pobres.

Es necesaria una aclaración: no ha sido nuestra intensión hablar por los zapatistas, ellos y ellas han contado su historia. Nuestro único objetivo aquí es contribuir a la difusión de su experiencia, esa que sin duda alguna representa la alternativa más avanzada en el mundo. Esperemos que estás líneas también sirvan para alimentar la historia del otro mundo posible que aún se encuentra en construcción.  

Es 1968 y la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los EUA se disputan la hegemonía mundial en una guerra disfrazada: la “Guerra Fría”. En Checoslovaquia la “Primavera de Praga” muestra al mundo el autoritarismo y la burocracia del “socialismo realmente existente”. Los manifestantes pugnan por un “socialismo con rostro humano”, pero sobre todo democrático. La respuesta de la URSS y sus aliados es la invasión del país. En Francia el “Mayo francés” evidencia –entre muchas otras cosas-, un rechazo generalizado a la sociedad de consumo.

Es 1968 y las Américas también están inquietas. En América Latina el triunfo de la revolución cubana sigue despertando expectativas y miles de jóvenes engrosan las filas de los movimientos y partidos revolucionarios. En EUA Martin Luther King –líder del movimiento por los derechos civiles- es asesinado y las manifestaciones contra la invasión a Vietnam polarizan aún más la sociedad norteamericana.

Es 1969 y el mundo no es el mismo después de la “Revolución Cultural” de 1968, como la llamo Hobsbawm 3] . Es 1969 y México aun duele: muchas familias buscan a sus hijos e hijas desde aquel 2 de octubre en que no regresaron a sus casas. Mientras tanto, el gobierno mexicano justifica la masacre argumentando que la primer agresión salió de los estudiantes, que había extranjeros interesados en desestabilizar el país y que el fantasma del comunismo estaba detrás de las protestas.

Cientos de jóvenes que habían participado en las movilizaciones estudiantiles concluyeron que no lograrían transformar a México por la vía institucional. Para muchos de ellos y ellas la vía pacífica estaba agotada y era hora de pasar a una siguiente etapa: la vía armada.

El 6 de agosto de 1969 en Monterrey, Nuevo León, fueron fundadas las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN). A la cabeza del grupo se encontraban los hermanos Cesar Germán y Fernando Yáñez Muñoz, Alfredo Zárate y Raúl Pérez Vázquez. El grupo tenía la estrategia de acumular fuerzas en silencio y de no enfrentarse con las fuerzas del Estado. En 1972 Cesar Germán Yáñez se estableció en el estado de Chiapas en el campamento denominado “El Diamante” donde operaba el “Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata (NGEZ)”. Cinco años después de su fundación, las FLN contaban con redes en Tabasco, Puebla, Estado de México, Chiapas, Veracruz y Nuevo León [4] .

Si bien las FLN tenían una ideología marxista-leninista, el grupo distaba mucho de caer en el dogmatismo. Desde su fundación, las FLN se plantearon como objetivo general la creación de un ejército y adoptaron como lema la frase del independentista Vicente Guerrero: “Vivir por la patria o morir por la libertad”.

El 14 de febrero de 1974 las FLN fueron atacadas por policías y militares en una de sus principales casas de seguridad: “La casa grande”, ubicada en San Miguel Nepantla, Estado de México. En el operativo participó Mario Arturo Acosta Chaparro, uno de los principales actores de la guerra sucia en México y quien después fue acusado en varias ocasiones por tener vínculos con el crimen organizado.

En “La casa grande” fueron asesinados 5 guerrilleros y otros 16 fueron apresados. La persecución contra el FLN se extendió hasta Ocosingo, Chiapas, donde fue atacado el campamento “El diamante” y varios miembros del NGEM fueron asesinados; algunos más alcanzaron a escapar, entre ellos Cesar Germán Yáñez. “Versiones periodísticas –escribe Laura Castellanos- aseguran que a mediados de abril de 1974, el grupo sobreviviente encabezado por Cesar Germán fue aniquilado por el ejército en plena selva. Su hermano Fernando se trasladó entonces a Chiapas y con una brigada lo busco a él y a su grupo sin fortuna” [5] .

De 1974 a 1983 la historia de las FLN es un tanto confusa, pues no existen muchos registros de aquella etapa. Durante esta época las FLN realizan incursiones de forma más constante en la Selva Lacandona y reinician la etapa de reclutamiento. Fue en era en la se reclutó a muchos estudiantes de universidades en las que el marxismo cobraba mucha fuerza, como fue el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana y la Universidad Autónoma de Chapingo. Igualmente, durante este periodo (1974-1983) muchas de las actividades de las FLN fueron en el estado de Chiapas. En 1977, por ejemplo, montaron un campamento en Huitiupán, y un año más tarde instalaron una casa de seguridad en San Cristóbal de las Casas.

El trabajo que realizaron las FLN en Chiapas les permitió ir construyendo redes de solidaridad con organizaciones locales que tenían un trabajo previo con los indígenas de la región: grupos de corte maoísta, personas que impulsaban la formación de cooperativas e indígenas que habían sido animados a desarrollar trabajo comunitario desde la iglesia católica, impulsados principalmente por el obispo Samuel Ruíz.

Las experiencias armadas en Centroamérica como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua o la guerra civil que duró más de treinta años en Guatemala reavivaron la intención de las FLN de conformar un ejército –no un grupo guerrillero, sino un ejército regular- y el trabajo exitoso en Chiapas hizo que desde 1980 comenzará a figurar el acrónimo FLN-EZLN en los documentos de la guerrilla. Sin embargo, es hasta el 17 de noviembre de 1983 cuando, ayudados nuevamente por un grupo de indígenas politizados y con amplia experiencia organizativa –del que más tarden surgirán mandos como el Mayor Mario o la Mayor Yolanda- y reforzados por los nuevos militantes de las universidades, se estableció el primer campamento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional denominado “La Garrapata” [6] .

Entrevistado por Yvon Le Bot y Maurice Najman, el Subcomandante Insurgente Marcos explicó que los tres grandes componentes del EZLN son “un grupo político-militar, un grupo de indígenas politizados y muy experimentados, y un movimiento indígena de la Selva” [7] . Ese tercer grupo al que se refiere Marcos comienza a ser parte crucial de la organización después de 1983, etapa en la que el EZLN inició una segunda fase de “acumulación de fuerzas en silencio”; pero en esta ocasión buscando combatientes principalmente entre los indígenas de la región que no tenían experiencias previas de militancia política. Para esta tarea, los indígenas politizados fungieron como puente, pues además de la barrera cultural –en la que el lenguaje significó un gran obstáculo- el hermetismo y la desconfianza –originados por siglos de opresión y desprecio- de los indígenas dificultó el acceso de los mestizos a las comunidades.

Los primeros integrantes del EZLN que se adentraron a la selva Lacandona pronto empezaron a vivir una realidad distinta y muy ajena a la que su adscripción ideológica les permitía ver. Los primeros años no sólo no se construía confianza con los indígenas, todo lo contrario: “A veces nos perseguían porque decían que éramos robavacas, o bandidos o brujos. Muchos de los que ahora son compañeros o inclusive comandantes del Comité, nos perseguían en aquella época porque pensaban que éramos gente mala” [8] .

El contacto con las comunidades indígenas originó una especie de conversión del grupo original. Marcos narra este proceso de la siguiente forma:

Sufrimos realmente un proceso de reeducación, de remodelación. Como si nos hubieran desarmado. Como si nos hubiesen desmontado todos los elementos que teníamos –marxismo, leninismo, socialismo, cultura urbana, poesía, literatura-, todo lo que formaba parte de nosotros, y también cosas que no sabíamos que teníamos. Nos desarmaron y nos volvieron a armar, pero de otra forma. Y esa era la única manera de sobrevivir [9] .

Como señalamos líneas arriba, el trabajo que el núcleo guerrillero de las FLN desarrolló en Chiapas sólo pudo madurar y convertirse en el EZLN gracias a la cosmovisión y tradición de resistencia de diferentes grupos indígenas.  

II. La resistencia milenaria

 En el Comité estuvimos discutiendo toda la tarde. Buscamos la palabra en lengua para decir RENDIR y no la encontramos. No tiene traducción en tzotzil ni en tzeltal, nadie recuerda que esa palabra exista en tojolabal o en chol. Rendirse, no existe en lengua verdadera [10]  . Subcomandante Insurgente Marcos

“México es muchos Méxicos” se dice popularmente, y la mayor parte de las veces la sabiduría popular resume en pequeñas frases lo que académicos e investigadores expresan en cientos de páginas. “México es muchos Méxicos” no sólo por la heterogeneidad del territorio nacional, sino también, y fundamentalmente, por la variedad de pueblos que habitaron y habitan su territorio.

El estado de Chiapas es ejemplo de esa diversidad geográfica y cultural que caracteriza a todo el país. Su historia resume la historia de muchos pueblos de México y América Latina: la historia de pueblos que fueron violentamente conquistados y la historia de pueblos que resistieron y que aun hoy, más de quinientos años después, resisten conservando muchas de sus tradiciones.

Generalmente, la resistencia como acción social colectiva se da por parte de grupos originarios en respuesta a invasiones (o intentos de) del territorio que habitan. En este sentido, resistir es más una reacción que una acción, un acto de autodefensa territorial y cultural de los grupos originarios frente a la ofensa de las fuerzas extranjeras. Las resistencias pueden ser activas o pasivas, violentas o no violentas, armadas o sin armas y casi siempre el grupo o grupos que la ejercen se encuentran en desventaja, es decir, la correlación de fuerzas –numérica u operativa- les es desfavorable.

En un esfuerzo por categorizar las distintas formas de resistencia que ha estudiado, James Scott [11] señala que existen las formas de resistencia pública declarada y las formas de resistencia disfrazada, discreta y oculta: las primeras buscan llamar la atención (huelgas, boicots, rebeliones, peticiones, etc.), mientras que las segundas se quedan en el terreno de la infrapolítica (no visibles, íntimas, simbólicas, etc.). Si bien la forma oculta de resistencia escapa a la vista en una primera mirada, vale señalar que esa forma de la resistencia “contiene gran parte de los cimientos culturales y estructurales de la acción política visible” [12] , es decir, de la forma pública de la resistencia.

Cuando los conquistadores españoles llegaron al territorio que hoy conocemos como Chiapas, se encontraron con civilizaciones sumamente avanzadas en lo político, económico, arquitectónico y militar, por mencionar algunos aspectos. El territorio estaba habitado por un conjunto de naciones solidarias, participativas y complementarías, pero también en pugna.

En aquella época, cuenta Antonio García de León [13 , era la cultura “Chiapa” o “Chiapaneca” la que mantenía el dominio del territorio, en gran parte gracias al poderío militar que habían desarrollado. Como sucedió en otras partes del continente americano, algunos pueblos nativos vieron a los conquistadores como aliados con los que podían confrontar a la cultura dominante. Así sucedió con los zinacantecos, quienes decidieron apoyar a los conquistadores en la batalla contra los chiapa. La guerra por conquistar la región inició en 1524 y la resistencia de los nativos aplazó la toma de la ciudad por cuatro años, siendo hasta 1528 que las tropas encabezadas por Diego de Mazariegos pudieron establecerse en la región.

Poco a poco los conquistadores fueron venciendo militarmente a diferentes pueblos nativos. Otros más se vieron obligados a refugiarse en las montañas. En realidad siguieron resistiendo en las formas disfrazada, discreta y oculta que menciona Scott, pues continuaron reproduciendo su historia, su memoria, su lengua y aunque adoptaron algunas formas de la religión católica, estas fueron reinterpretadas y apropiadas por la cosmovisión de los pueblos originarios.

La guerra continuó en parte debido a la división de los españoles y a la insistencia de los indígenas, pero sobre todo debido a los tratos crueles, al asfixiante sistema tributario –que se incorporó a las leyes de la Nueva España- y a la tradición guerrera de los pueblos mayas. La resistencia adoptó en varias ocasiones su forma pública declarada y fueron surgiendo las primeras rebeliones.

La rebelión es, como escribimos líneas atrás, una forma pública declarada de la resistencia. Las rebeliones surgen a menudo cuando de las clases sometidas son expuestas a tratos excesivos por parte de la(s) clase(s) o grupo(s) dominante(s) e implica desobediencia, oposición y/o rechazo a la autoridad. Asímismo, es un cuestionamiento abierto a la legitimidad del grupo en el poder por sus excesivas formas de control u opresión y aunque puede ser pacífica o armada, violenta o no violenta, la rebelión es siempre una acción de confrontación. Las rebeliones se caracterizan por ser procesos limitados a determinada área geográfica y son más o menos espontáneas. Si bien las rebeliones históricamente han carecido en su origen de un proyecto alternativo, también es verdad que muchas rebeliones –en su fase de mayor maduración- han engendrado procesos revolucionarios.

De las distintas rebeliones acontecidas durante la colonia en Chiapas, diferentes historiadores destacan la Rebelión Tzeltal de 1712, incluso al grado de denominarla como la “República de Cancuc” o la “República Tzeltal”. Veamos un poco de este suceso.

La ríspida relación entre indígenas y colonizadores encontró una nueva crisis en 1711, debido –fundamentalmente- a la persecución de la iglesia católica en contra de nativos que decían haber presenciado manifestaciones divinas. El primer suceso aconteció en la comunidad tzotzil de Santa María, lugar en el que una “Virgen de rasgos indígenas” se reveló en un trozo de madera tallada a los tzotziles Dominica López y Juan Gómez. La aparición generó gran revuelo entre las comunidades vecinas, motivo por el cual el Santo Oficio decomisó la imagen.

Meses después, mientras en las comunidades aún se comentaba la “aparición de la virgen”, los santos católicos San Sebastián y San Pedro se “manifestaron” en el poblado de San Pedro Chenalhó. Este hecho generó la idea de que “el fin del mundo se aproximaba” tocara la conciencia colectiva de los pobladores de la región.

Por otra parte, el asfixiante sistema tributario de la capitanía y las gigantescas comisiones que cobraba el obispo Juan Bautista Álvarez de Toledo alimentaron el descontento social, provocando que miles de indígenas empezaran una rebelión contra las autoridades de la Nueva España. Por las mismas fechas, la figura de la virgen es vista nuevamente, en está ocasión por María de la Candelaria, indígena tzeltal de la comunidad de Cancuc; hecho que fue interpretado por los rebeldes como un nuevo mensaje. Los rebeldes encontraron en María de la Candelaria un “medio para comunicarse con la virgen” y para protegerla conformaron el ejército “soldados de la virgen”, el cual agrupó a 32 comunidades tzeltales, tzotziles y choles y llegó a tener entre sus filas a cerca de 3 mil milicianos.

Los “soldados de la virgen” fueron reclutando simpatizantes mediante la práctica de cultos semi-clandestinos, evidenciando así que los pueblos nativos habían mantenido sus estructuras organizativas y que conservaban cierta independencia frente a la corona.

La rebelión de los pueblos originarios se vio nuevamente fortalecida cuando Sebastián Gómez de la Gloria, indígena tzotzil que decía haber viajado al cielo y hablado con “Dios padre”, empezó a investir sacerdotes indios, distribuyó poderes y bendijo al ejército rebelde. Las comunidades aledañas comenzaron a desconocer todo poder que no emanara de Cancuc y los sacerdotes y religiosos españoles comenzaron a ser perseguidos y ajusticiados. Los insurrectos nombraron autoridades propias y a varios poblados se les cambió el nombre.

Las pugnas interétnicas, alimentadas por los españoles, la cooptación de algunos líderes y la brutal embestida del ejército de la Nueva España terminaron con la “República de Cancuc”, pero fue hasta 1727 cuando arrestaron a los autores de la rebelión y a sus hijos, para “no dejar en libertad la semilla de la rebeldía”. Los colonizadores se encargaron de dejar la derrota bien impregnada en la memoria de los insurrectos. Un caso ejemplar es el de Pedro de Zavaleta, quien en venganza por los asesinatos de ladinos y españoles se encargó de cortar una oreja a todos los que consideró miembros o cómplices de la rebelión.

Los pueblos indígenas nuevamente pasaron –consciente o inconscientemente- a la resistencia oculta y aunque en más de una ocasión hubo manifestaciones públicas, ninguna fue de la magnitud de la República Tzeltal.

Durante los siglos XIX y XX la resistencia continuó, a veces en su forma pública, otras en su forma oculta, pero siempre estuvo ahí esa oposición a la dominación. Cierto es que los indios de la región, como los de todo el continente americano, vivieron un exterminio que acabó con la mayoría de su población, motivo por el cual Tzvetan Todorov calificó la conquista como “el mayor genocidio de la historia humana” [14]. Pero ya fuere engrosando las filas del ejército independentista, o durante la revolución fortaleciendo al Ejercito Libertador del Sur bajo el mando de Emiliano Zapata, los pueblos indios de Chiapas participaron activamente en la construcción de la Nación mexicana. Personajes míticos como Juan López o rebeliones como la de Yucatán en 1847 alimentaron la memoria y también la práctica rebelde.

Algunas resistencias implican construir nuevas formas de organización social y política, como en el caso de los pueblos mayas: adoptando algunas expresiones de la religión católica y de la organización política colonial, pero también generando nuevas formas de autosubsistencia; las etnias chiapanecas lograron sobrevivir a la conquista y a la colonia. En el México independiente enfrentaron la explotación y marginación de nuevas figuras en el poder, por ejemplo, las del “Caciquismo ilustrado” o las de la “Familia chiapaneca”, pruebas evidentes del colonialismo interno.

La larga guerra de colonización que han enfrentado los pueblos indígenas de América Latina, y en particular los de Chiapas, no ha logrado despojarlos de su identidad. Las políticas de exterminio, etnocidio y limpieza social provocaron, como “efecto no deseado de la guerra”, el fortalecimiento de la cohesión social y la conciencia colectiva de los pueblos indios. En ese sentido, vale decir que la guerra de conquista, el colonialismo y el neocolonialismo fracasaron en el plano cultural e ideológico, pues no lograron imponer la racionalidad occidental como forma única de pensamiento, ni la religión católica como única expresión espiritual.

Esta resistencia milenaria se hizo presente nuevamente en el EZLN. Así lo describe González Casanova:

Los mayas destacan entre los pueblos que más han resistido a la conquista. En Yucatán y Guatemala, no fueron sometidos sino hasta 1703 y pronto volvieron a rebelarse. En Chiapas organizaron una gran revuelta en 1712. Dice el Chilam Balam: ‘Vino el pleitear ocultamente, el pleitear con furia, el pleitear con violencia, el pleitear sin misericordia’. Y esos mismos pueblos se volvieron a rebelar el 1o de enero de 1994[15] .

La larga tradición de resistencia y rebelión de los pueblos indígenas se entrelazó con el pensamiento y praxis marxista de las Fuerzas de Liberación Nacional para dar origen al EZLN. Sin embargo, también vale destacar el trabajo que una corriente de la iglesia católica, la cual bajo la dirección del obispo Samuel Ruíz García, había realizado trabajo previo en la región.  

III. La opción por los pobres

Durante la guerra de conquista y en el proceso de colonización, surgieron personajes que denunciaron las atrocidades emprendidas por los representantes de la corona española en contra de los indígenas. Estas voces encontraron una importante resonancia al interior de la iglesia católica. Un caso ejemplar es el de Fray Bartolomé de las Casas. Siglos más tarde, durante la guerra de independencia, nuevamente dos curas jugaron un papel relevante, nos referimos a Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón. Sin embargo, es hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se analiza a profundidad el papel de la iglesia y de algunos de sus representantes a lado de los movimientos sociales.

En un intento por renovar y fortalecer a la iglesia católica, el Papa Juan XXIII convoca al Concilio Vaticano II, el cual se realizó entre 1962 y 1965. En aquel encuentro salieron a relucir las antiguas diferencias al interior de la religión católica, sobre todo las existentes entre los “antimodernos” y los “modernistas”. En el marco de este Concilio, el Papa Pablo VI –quién sucedió a Juan Pablo XXIII luego de su muerte-, convocó al Consejo Episcopal Latinoamericano a renovar su visión y su práctica para que fuera más acorde a la realidad del continente.

Atendiendo a este llamado, diferentes sacerdotes de América Latina se dieron la tarea de preparar la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Medellín, Colombia entre agosto y septiembre de 1968. Dicha conferencia fue de impacto mundial para la iglesia católica debido a su composición, a los temas abordados y a las conclusiones. Destaquemos algunos de estos elementos:

a) Los documentos conclusivos de la conferencia abordaron temas que no sólo rebasaban el ámbito de la iglesia católica, sino que dejaban ver abiertamente una posición política frente a los contextos locales. Algunos de estos documentos trataron temas sobre movimientos de laicos, medios de comunicación, justicia, pobreza, pastoral popular, etcétera.

b) Muchas de las reflexiones vertidas durante el encuentro de Medellín fortalecían la idea de que la iglesia debía denunciar la opresión sistemática de los pobres y la explotación de las sociedades del tercer mundo.

c) No sólo participaron sacerdotes, también estuvieron religiosos, laicos y una importante representación de las Comunidades Eclesiásticas de Base –movimiento social que nace en el mismo contexto-, lo que significó una abierta disposición a trabajar con la sociedad, inclusive en acciones estratégicas.

d) Los asistentes hicieron fuerte énfasis en las diferencias históricas y estructurales entre Latinoamérica y Europa, por lo que, a pesar de asumirse como parte de la misma iglesia; señalaron que las funciones eran distintas.

e) Los asistentes acordaron no sólo asumir un papel de denuncia frente a la explotación y opresión, sino también pasar al plano de la acción y coadyuvar en todo lo necesario para que, organizadamente, los pueblos empobrecidos lograran modificar su condición de pobres.

Los resultados de la Conferencia de Medellín animaron a religiosos y laicos a estudiar a profundidad el papel de la iglesia en América Latina, atendiendo las características propias de un continente con fuertes y marcadas relaciones de explotación, generadas por las estructuras –coloniales y capitalistas- de reproducción material.

Este renovado interés por el papel de la iglesia católica en América Latina llevó a varios intelectuales a redescubrir la función de algunos curas a lado de las luchas sociales y a construir una visión histórica sobre dicho papel, dando origen a la Teología de la Liberación (TL).

El filósofo Enrique Dussel identifica tres generaciones de teólogos de la liberación: la primera es aquella que durante la Colonia emprendió una crítica contra la corona española y se posicionó de lado de los indios. Destacan personajes como Fray Antonio de Montesinos, Fray Domingo de Vico y Fray Bartolomé de las Casas. La segunda generación estaría representada por José María Morelos y Pavón, Miguel Hidalgo y Costilla y Fray Servando Teresa de Mier, quienes encabezaron la lucha por hacer de México una nación libre e independiente. La tercera generación aparece en la segunda mitad del siglo XX y se articula luego de la Conferencia de Medellín. Destacan personajes como Gustavo Gutiérrez (Perú), Leonardo Boff (Brasil), Camilo Torres (Colombia), Ernesto Cardenal (Nicaragua), Jean-Bertrand Aristide (Haití), Fernando Lugo (Paraguay), Oscar Arnulfo Romero (Salvador), Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruíz García (México).

La TL parte del análisis concreto de la realidad y de los procesos históricos que producen esa realidad, pero siempre desde el plano teológico. Franz Hinkerlammert señala que la TL considera que la pobreza es la “negación al reconocimiento mutuo entre sujetos” y que una sociedad con pobres es una sociedad sin Dios. “Esta ausencia de Dios, no obstante, está presente allí donde grita. La ausencia de Dios está presente en el pobre. El pobre es presencia del Dios ausente. Se trataría de modo visible de un caso de teología negativa, en la cual la presencia de Dios –una presencia efectiva- está dada por ausencia, una ausencia que grita, y por la necesidad” [16] . Por este motivo, los teólogos de la liberación optan por ayudar a los pobres para que ellos mismos salgan de su condición de pobreza, lo cual derivaría en el reconocimiento de todos los sujetos y en la construcción del reino de Dios en la tierra.

La respuesta de las corrientes ortodoxas al interior del Vaticano y de algunos gobiernos locales no se hizo esperar: se inició una campaña de desprestigio sobre la posición y labor de los teólogos de la liberación en la que se les acusó de estar influidos por grupos comunistas y de tener relaciones con las guerrillas. Bajo esta lectura, los teólogos de la liberación eran promotores del odio y la violencia, por lo que no eran dignos representantes de la iglesia católica.

Ocurría así por toda América Latina una especie de simbiosis entre el marxismo y el catolicismo. Por tal motivo los teólogos de la liberación no estaban interesados en ser parte de la estructura jerárquica de la iglesia; su trabajo estaba más enfocado a la organización social, a trabajar con los pobres, con el proletariado.

Mientras el debate trascendía en el plano discursivo e intelectual, en la práctica los religiosos críticos continuaron su trabajo de base con los “pobres y oprimidos”. Paralelamente a los encuentros episcopales, en América Latina fue tomando fuerza el movimiento conformado por las Comunidades Eclesiales de Base (CEB, que encontraron en Brasil y en Nicaragua un espacio de referencialidad. Algunas expresiones de este movimiento llegaron inclusive a convertirse en partidos políticos.

En México las CEB encontraron gran aceptación fundamentalmente entre los sectores más marginados de la sociedad. Al respecto, Miguel Concha señala que “las CEB en México nacen en las zonas más pobres del campo y la ciudad, entre aquellos que sufren una realidad socio-política y económica de explotación, hambre, represión y miseria. Sus actores principales son los indígenas y los campesinos, los obreros, los subempleados y los desempleados que –acompañados de los agentes de pastoral, sacerdotes, religiosos y seglares, cuya vida está consagrada a la opción preferencial por los pobres- han descubierto en el Movimiento de las CEB el germen de esperanza en la Iglesia de América Latina en general, y de México en particular [17] .

La metodología de trabajo de los y las integrantes de las comunidades eclesiales de base contempla cinco elementos, los cuales son sumamente descriptivos de esa relación dialéctica entre el pensar-hacer:



  • Ver. Ser conscientes de lo que está pasando, tener contacto con la realidad y analizarla con “ojos colectivos e individuales”.
  • Pensar. A la luz de la Palabra de Dios y de las orientaciones de la Iglesia pronunciar un juicio de fe sobre lo que se VE (primer paso) y elaborar planes de acción evangélica.
  • Actuar. Realizar lo planeado, con visión global y acción local –articulada, organizada- en función de un proyecto comunitario.
  • Evaluar. Valorar los logros, asumir los fracasos, aprender del camino recorrido y reorientar las acciones.
  • Celebrar. Es la celebración de fe y la fiesta comunitaria donde agradecemos la presencia de Dios en nuestro caminar y nos disponemos a seguir en marcha.


Las CEB y la diócesis de San Cristóbal de las Casas -con Samuel Ruíz García a la cabeza- tuvieron un papel importante en las comunidades indígenas. Por ejemplo, participaron activamente en la convocatoria y realización del Primer Congreso Indígena en 1974. Reproduciendo los acuerdos de la Conferencia de Medellín, los religiosos empezaron a inculcar a los indígenas la idea de que el reino de dios tenía que expresarse en la tierra y que tendría que estar basado en la justicia y la verdad. El trabajo de la diócesis fortaleció la organización interna de los pueblos indígenas y les permitió generar redes de contactos con otras organizaciones similares en el estado, en México y el mundo.

Sin embargo, al igual que le sucedió a las Fuerzas de Liberación Nacional, el trabajo de la diócesis también se vio trastocado por la propia cosmovisión de los pueblos indígenas, al grado que comenzó a formarse una especie de “iglesia indígena” integrada por 2,608 comunidades con 400 prediáconos y 8 mil catequistas, que si bien se coordinaba con la estructura de la diócesis, también tenía determinada autonomía.

Durante la fase de “acumulación de fuerzas en silencio” del EZLN encontró entre los indígenas que habían trabajado con las CEB y con la diócesis de San Cristóbal de las Casas a un gran número de militantes. No es que su integración estuviera prevista, pero sucedió que el trabajo que había encabezado Samuel Ruíz en las comunidades indígenas se convirtió en antesala idónea para el trabajo político que después desarrollaron los neozapatistas. Así, muchos de los indígenas que habían sido catequistas y prediáconos de la “iglesia indígena” también optaron por sumarse a las filas del EZLN.

Como hemos visto a lo largo de estas tres entregas, detrás del EZLN que declaró la guerra al ejército mexicano el 1 de enero de 1994, existe un complejo entramado de visiones políticas y culturales que se engarzan para evidenciar una realidad de opresión y explotación hacia un amplio sector de la sociedad. No es solamente una lucha por los pueblos indígenas –si revisamos detenidamente la Primera Declaración de la Selva Lacandona encontraremos que no hay una sola mención sobre ellos-, su lucha es más amplia, es por “el pueblo mexicano”.

Las luchas contra la conquista y el colonialismo, las luchas por hacer de México una nación libre, independiente y soberana y las luchas contra el capitalismo en su forma imperialista, son el sustento histórico de la rebelión indígena que conmocionó al mundo entero y que despierta –aún en nuestros días- gran simpatía.

Así, el EZLN puede entenderse como un movimiento que reclama la liberación nacional que posibilite un desarrollo justo y equitativo. Pero su lucha también es por hacer de México una nación democrática, que acabaría con la “dictadura del partido único” que gobernó en este país por más de 70 años, y que hoy está nuevamente en el gobierno.

También hay mucho de novedoso en los neozapatistas. Mencionemos sólo un aspecto de gran importancia. Su lucha no es por la toma del poder estatal para luego instaurar un régimen socialista o comunista, como sucedió en la mayor parte de los países de América Latina y del mundo en que existieron rebeliones armadas. Por el contrario, sus primeras demandas no son más que el reclamo del mínimo indispensable para el desarrollo de una vida digna: “trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz”.

Visto de esta manera, podemos decir que el EZLN es una síntesis histórica, un proceso social que logra aglutinar una vasta gama de demandas sociales, tradiciones de lucha y corrientes del pensamiento crítico que han estado presentes a lo largo de la historia de México y del mundo; al mismo tiempo que recupera planteamientos nuevos acordes a su tiempo. Por eso hoy, a 30 años de su formación y a casi 20 de su aparición pública, después de intensos y variados procesos, de reconstruirse y construir historia; somos muchos y muchas los que por todo el mundo seguimos gritando: ¡Viva el EZLN!

Notas

[2] Galeano, E. (1995) “El desafío. Mensaje enviado al Segundo Diálogo de la Sociedad Civil”. En Clajadep, Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular.
[3] Hobsbawm, E. (1998) Historia del siglo XX. Argentina: Grijalbo.
[4] Castellanos, L. (2008) México armado 1943-1981. México: Ediciones Era, p. 244.
[5] Castellanos, L. (2008), Op. cit., p. 247.
[6] Cfr . Morquecho, G. (2011) “La Garrapata en el Chuncerro, cuna del EZLN” [en línea]. En Agencia Latinoamericana de Información, 15 de noviembre. Disponible en: http://alainet.org/active/50889&lang=es [Consulta: 13 de noviembre de 2012].
[7] Le Bot, Y. (1997) Subcomandante Marcos. El sueño zapatista. Entrevistas con el Subcomandante Marcos, el mayor Moisés y el comandante Tacho, del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. México: Plaza & Janés, p. 123.
[8] Ibídem , pp. 137-138.
[9] Ídem. , p. 151.
[10] SCI Marcos. (2002) “Rendirse no existe en lengua verdadera”. En Relatos del Viejo Antonio. México: Centro de Información y Análisis de Chiapas, pp. 25-26.
[11] Scott, J. (2007) Los dominados y el arte de la resistencia. México: Era.
[12] Ibídem , p. 218.
[13] García de León, A. (2002) Resistencia y utopía. Memorial de agravios y crónica de revueltas y profecías acaecidas en la provincia de Chiapas durante los últimos quinientos años de su historia. México, Ediciones Era.
[14] Todorov, T. (2008) La Conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI Editores, p. 14.
[15] González Casanova P. (2009) “Causas de la rebelión en Chiapas”. En De la Sociología del poder a la sociología de la explotación. Pensar América Latina en el siglo XXI. Antología. Colombia: CLACSO/Siglo del Hombre Editores, p. 266.
[16] Hinkerlammert, F. (1995) “Teología de la Liberación en el contexto Económico-Social de América Latina: economía y teología o la irracionalidad de lo racionalizado” [en línea]. En Revista Pasos, no. 5, p. 2. Disponible en: http://dei-cr.org/uploaded/content/publicacione/910040863.pdf [Consulta: 15 de octubre de 2012].
[17] Concha, M. (1988) “Las comunidades eclesiales de base y el movimiento popular” [en línea]. En revista Dialéctica, no. 19, julio, p. 159. Disponible en: http://148.206.53.230/revistasuam/dialectica/include/getdoc.php?id=344&article=365&mode=pdf [Consulta: 03 de noviembre de 2012].