Los jóvenes y
la crisis mundial hoy
Raúl Romero
Por
todo el mundo las juventudes comienzan a gritar basta. Cansados de 30 años de
neoliberalismo, los “sin futuro” empiezan a convertir en resistencia global
aquellas luchas que hace unos meses parecían problemas locales. En el mundo
árabe, en el “tercer mundo” y también en algunos países que antes fueron
potencias –España,
por ejemplo-; miles de jóvenes salen a las calles y se
apropian de ellas. Haciendo uso de las redes sociales y de la imaginación, los jóvenes
vuelven hoy a la escena global para reclamar un mundo que les ha sido
arrebatado por los señores del dinero.
“Si los de abajo se mueven, los de
arriba se caen”, “Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir” y “No somos
antisistema, el sistema es anti-nosotros” son algunas de las consignas que
denuncian dos de los principales problemas globales: falta de democracia y la
necesidad de un sistema económico diferente al capitalismo. Vista no como una
etapa de vida sino como categoría revolucionaria, la juventud es una idea que
hoy está más viva que nunca y que tiene antecedentes.
En
1968, una generación cansada de la dictadura del capital y del autoritarismo
estalinista se apropio del planeta tierra y lo transformó súbitamente. Es
verdad que aquella revolución global no logró acabar con el sistema
capitalista, sin embargo el mundo no volvió a ser el mismo después de esa era
de transformaciones.
Apenas
unos años antes, cientos de jóvenes se habían alistado en las guerrillas que
buscaban liberar sus naciones o contener el avance del imperialismo yanqui.
Impulsados por la Revolución cubana y por el espíritu libertario
latinoamericano, varios de esos jóvenes combatientes siguieron a Fidel Castro o
a Ernesto el Che Guevara en las experiencias organizativas que
intentaron llevar al Congo, Angola o Vietnam. Quizá estas experiencias animaron a que en
1972 en una visita a la Universidad de Guadalajara el entonces presidente de
Chile, Salvador Allende, señalara que “ser joven y no ser revolucionario es una
contradicción hasta biológica”.
Otro
ejemplo interesante sucedió en los días que siguieron al 1 de enero de 1994.
Respondiendo al llamado de los pueblos mayas organizados en el Ejercito
Zapatista de Liberación Nacional, miles de jóvenes y no tan jóvenes de todo el
mundo salieron nuevamente a los espacios públicos para solidarizarse con la
lucha de los zapatistas que acabó con el mito del fin de la historia. Las
movilizaciones acaecidas en Seattle (1999), Génova (2001) y el 1er Foro Social
Mundial (Porto Alegre, 2001) también tuvieron una gran participación de jóvenes
que habían hecho sus banderas las consignas de En defensa de la humanidad y
en contra del neoliberalismo y Por un mundo donde quepan muchos mundos.
Hoy los jóvenes enfrentamos nuevos y viejos problemas, algunos
han aparecido en el transcurso de los años; otros se han profundizado. Son
varios los autores que se han atrevido a sugerir que lo que vivimos actualmente
es una crisis civilizatoria, es decir, una crisis en la que se pone en
riesgo todo; inclusive la existencia de la humanidad. Dicha hipótesis no nos
resulta tan descabellada, sobre todo después de mirar los informes sobre cambio
climático, la extinción de especies, los problemas de deforestación,
desertificación, el agotamiento del agua, etc.
La necesidad de construir una sociedad alternativa a la
capitalista hoy es más urgente que nunca y las nuevas generaciones no tenemos
muchas oportunidades para equivocarnos: en ello nos jugamos nuestro futuro. Hoy
los jóvenes estamos obligados a vivir y transformar el presente para poder
garantizar un futuro mejor. Hoy nos queda –cómo diría Benedetti- recuperar
el habla y la utopía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario